La Carta Encíclica Ecclesia de Eucharistia de San Juan Pablo II subraya que la Eucaristía es el corazón y la fuente de la vida de la Iglesia. A través de este sacramento, Cristo está presente entre los fieles, alimentándolos y uniendo a la comunidad en un solo cuerpo. La Eucaristía no solo rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesús, sino que también es un misterio de luz y unidad, capaz de fortalecer la fe, la comunión y la misión de la Iglesia en el mundo. María es presentada como modelo de fe eucarística, anticipando la presencia real de Cristo y mostrando cómo la Eucaristía integra y da sentido a toda la vida cristiana.
Además, la encíclica destaca la importancia de la adoración eucarística fuera de la Misa, como fuente de fuerza espiritual y comunión profunda con Cristo. La Eucaristía es un tesoro universal, cósmico, que une cielo y tierra y que impulsa a la Iglesia hacia la santidad, la misión evangelizadora y el compromiso ecuménico. La Iglesia está llamada a custodiar y transmitir fielmente este don, vivenciándolo plenamente en su integridad para construir una comunidad unida en la fe y el amor, que refleje la presencia de Cristo en el mundo.
