1) ¿Qué es lo que es más habitual en mi actitud de cada día: la pesadumbre de experimentar mi miseria y debilidad ante las tentaciones o la alegría de saberme redimido por un Dios que es todo Amor? ¿El temor a la justicia o la confianza en la misericordia del Padre?
2) ¿Cómo experimento el Eros redimido en mi vida? ¿Lo asocio a aspectos que, sin dejar de ser verdad como puede ser lo explícito de la vida conyugal, limitan su verdadero significado? ¿Qué es lo que en mí produce un mayor gozo? ¿Sé ponerlo a la altura de lo que Dios espera? ¿Sé reconocer en ello mi anhelo de felicidad?
3) ¿De alguna forma he sido condescendiente con un mundo que exhibe el cuerpo desnudo no en su belleza sino como objeto a ser usado? ¿Entiendo la necesidad del pudor y los riegos de caer en el puritanismo? Cuándo se insinúan en mi mente esos pensamientos que me incitan a no ver al otro como hermano en Cristo e hijo del mismo Padre, ¿soy capaz de transformar esta tendencia en una oración liberadora?
4) ¿Vivo el gozo de la castidad bien entendida? ¿O todavía cargo un yugo pesado que se limita a constatar la prohibición del placer y a crear en mi un dualismo entre mi cuerpo y mi alma?