El tema “María y la Eucaristía” destaca la profunda e inseparable relación entre la Virgen María y el misterio eucarístico. María está íntimamente unida a Jesús en su realidad histórica y en su presencia eucarística, por ser su Madre divina y Corredentora. Ella colaboró activamente en la formación del Cuerpo de Cristo, que luego sería ofrecido en la Eucaristía, y acompañó a su Hijo en cada momento de su vida, desde la Encarnación hasta la Cruz. Por eso, la Eucaristía, como presencia del Cristo total y de su obra redentora, está impregnada de Marianismo. El Concilio Vaticano II reafirma esta unión madre-hijo, subrayando el papel de María en la historia de la salvación y su cooperación única y subordinada en la mediación de Cristo.
Además, se sugiere que María pudo haber estado presente en la Última Cena, por razones históricas, teológicas y afectivas. Su conexión con el misterio eucarístico no solo es simbólica, sino también espiritual y vivencial. De ahí se desprenden implicaciones prácticas para los fieles: vivir la Eucaristía con un espíritu peregrino, valorar los bienes eternos, intensificar la relación con Cristo presente en el sacramento, abrirse al Espíritu Santo y aprender de María cómo entregarse a Dios y a los demás. María es el modelo perfecto para vivir la Eucaristía en cada momento de nuestra vida, transformando nuestra existencia en ofrenda a Dios y en servicio a los hermanos.
