El tema 5 sobre Juan Pablo II y la vida consagrada en la Iglesia resalta que esta vocación es un don de Dios, una iniciativa del Padre que llama a personas a entregarse totalmente a Él a través de la pobreza, castidad y obediencia, siguiendo el ejemplo de Cristo. Esta entrega es guiada por el Espíritu Santo, que forma y sostiene a los consagrados para vivir en conformidad con Jesús y su misión. La vida consagrada refleja la vida trinitaria, manifestando en la castidad, pobreza y obediencia el amor y unidad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y se expresa también en la vida fraterna, que simboliza la comunión eclesial.
María es presentada como el modelo perfecto de consagración, ejemplo de entrega total a Dios y apoyo maternal para quienes viven esta vocación. La vida consagrada posee una dignidad y misión especiales en la Iglesia, siendo una manifestación rica y anticipatoria del Reino de Dios. Se subraya la importancia del combate espiritual y la oración constante para vivir esta vocación con fidelidad. Además, se reconoce la igualdad y el papel fundamental de la mujer consagrada, cuya contribución es esencial para la vida y misión de la Iglesia, promoviendo una mayor conciencia y reconocimiento de su dignidad y responsabilidades en la comunidad cristiana.