En su conferencia del Jubileo de los Catequistas, Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) reflexiona sobre la nueva evangelización como respuesta a la crisis espiritual contemporánea, marcada por la incapacidad de alegría y el vacío existencial. Evangelizar, según él, significa enseñar el arte de vivir, mostrar el camino hacia la felicidad que es Cristo mismo. Esta nueva evangelización no busca resultados inmediatos ni grandes números, sino ser semilla humilde como el grano de mostaza, confiando en la acción silenciosa de Dios. No se trata de inventar una nueva Iglesia, sino de renovar el fervor y buscar caminos para llegar a quienes no tienen acceso a la evangelización tradicional.
La estructura y el método de esta evangelización se basan en la humildad, la oración, la entrega y el testimonio de vida. El evangelizador no habla en nombre propio, sino que comunica la voz de Dios en comunión con la Iglesia. En cuanto a los contenidos, la evangelización exige conversión, entendida como cambio de mentalidad y apertura al juicio de Dios, y se centra en Jesucristo como Dios encarnado, cuya cruz es el núcleo del mensaje cristiano. No se trata de moralismo ni de imitación externa, sino de participación en el misterio pascual, en la vida divina ofrecida por Cristo. Solo desde esta identificación con Él puede surgir una comunidad verdaderamente renovada.